El fascismo: Sus orígenes y denominaciones contemporaneas

En Venezuela, la propuesta de aprobar una ley antifascista provoca una discusión que es necesario retomar en torno a lo que es y qué no es el fascismo y sus derivas actuales. A continuación, hacemos un breve recorrido desde sus orígenes hasta sus expresiones contemporáneas, para poner en contexto histórico y global el tema y así brindar elementos para el debate.

BASES HISTÓRICAS DEL FASCISMO

«Fascismo» es una palabra compuesta proveniente del idioma italiano. Su etimología tiene raíces en el mismo Imperio Romano. La inspiración del término proviene del fascio littorio o haz (hacha) de los lictores.

En Roma, los lictores eran ministros de justicia. En la formación del ideario fascista de inicios del siglo XX italiano, el símbolo del fascio littorio fue retomado como significado de poder y evocación del antiguo imperio, el poder que un hombre tenía representando al imperium, o autoridad ejecutiva.

El uso del símbolo se simplificó a la palabra fascio, que además de tener el significado de «hacha», también adquirió el sentido de «liga» y «asociación». Por lo tanto, los «fascios» pasaron a ser en la cultura política italiana personas comunes asociadas entre sí, con la facultad de representar y personificar el ejercicio del poder.

En 1921 Benito Mussolini fundó el Partido Nacional Fascista, y le dio forma a un movimiento político y social de carácter totalitario desarrollado en Italia en la primera mitad del siglo XX, caracterizado por reproducir el ideario de extrema derecha, el corporativismo, la exaltación nacionalista, el racismo y el clasismo.

Se denomina «fascista» al período de la historia de Italia durante el cual el país fue gobernado por el régimen sustentado en la ideología del fascismo y encabezado por el dictador Benito Mussolini.

Pero la periodicidad histórica del fascismo italiano tuvo congruencia con otras ideologías europeas, entre ellas el nazismo, originadas en Alemania y representadas en el totalitarismo de Adolf Hitler. El fascismo y el nazismo surgen tras la Primera Guerra Mundial.

En Italia aparecieron como reacción de ciertos grupos nacionalistas contra la revolución bolchevique de 1917 y las luchas sindicales de trabajadores y braceros que culminaron en el Bienio Rojo, tomando sentido como crítica a la sociedad liberal-demócrata, que salió maltrecha de la experiencia de la Primera Guerra Mundial.

En Alemania el nazismo surgió como resultado del castigo de las Potencias Aliadas contra Alemania por los estragos generados por las «Potencias Centrales» durante la Primera Guerra Mundial.

La crisis social generada en Alemania facilitó la creación de chivos expiatorios —el gentilicio judío y hebreo primeramente, seguidos de gitanos, homosexuales y comunistas—, la reproducción de sentimientos de superioridad de la «raza aria» y las aspiraciones por el dominio de Europa y del mundo, lo cual generó condiciones para la Segunda Guerra Mundial.

Es evidente que las altas coincidencias ideológicas entre el fascismo italiano, el nazismo alemán y el sintoísmo nacionalista conservador —ideología del Imperio del Japón— facilitaron la alineación de las llamadas Potencias del Eje durante la Segunda Guerra Mundial. Este grupo de ideologías guardaban rasgos comunes en el espectro filosófico de la extrema derecha.

En España, aunque es sabido que no participó directamente en la Segunda Guerra, el régimen del general Francisco Franco fue un aliado de los italianos y alemanes. Ahí sobrevino un régimen de fascismo nacional, al cual Franco le dio forma propia imponiendo su firma específica, que hoy denominamos como franquismo.

El término «fascismo» se consolidó en la cultura política europea para referirse al partido y seguidores de Mussolini, pero la noción se traslada a América Latina mediante la prensa escrita junto a muchos exiliados italianos de la izquierda de tiempos de Mussolini y de la posguerra.

Pero el término también viaja a América junto a los refugiados españoles de la Guerra Civil Española (1936-1939), y también con los refugiados italianos e ibéricos —incluidos portugueses— de los periodos de guerra y posguerra.

La castellanización del término «fascismo» que se popularizó en España terminó tomando lugar en América Latina mediante el cambio del término de «fascio» a «facho», por lo cual «fachismo» es también empleado para referir ideologías de extrema derecha.

Una de las conclusiones más importantes que nos deja la evolución histórica del fascismo es que, en sus denominaciones originarias, es una construcción ideológica europea; el fascismo y el espectro de idearios de la ultraderecha son una creación de Europa que lamentablemente se ha diseminado por todo el mundo.

FASCISMO E IDEOLOGÍAS DE EXTREMA DERECHA

La popularización de la palabra «fascismo» desde sus orígenes italianos ha traído consigo una importante deriva en el uso del vocablo. Tal como muchas expresiones, adquiere connotaciones nuevas con el paso del tiempo y cambios en la cultura.

De ahí que el término dejó de ser exclusivo de los partidarios de Mussolini para pasar a ser la forma como se denominan en tiempo presente ideologías, actores políticos y métodos enmarcados en el espectro de la extrema derecha.

Desde una perspectiva amplia y en tiempo actual, las ideologías de extrema derecha son identificadas como construcciones ultraconservadoras, opuestas o antagónicas al pensamiento de avanzada progresista o de izquierda.

Sus rasgos comunes siguen siendo —tal como en la Alemania nazi o en la Italia fascista— el corporativismo capitalista, el ultranacionalismo, el racismo, el chovinismo encubierto en los sentimientos nacionalistas, los sentimientos de superioridad de raza, el clasismo, la exaltación de idearios conservadores —como la religión—, el ejercicio de poder por vía de la represión, la destrucción del sentido democrático, la aniquilación de los derechos sociales, la persecución a las ideas socialdemócratas y comunistas —o aquellas que integran el espectro de la izquierda—, el imperialismo y el militarismo.

Uno de los rasgos distintivos del fascismo en su concepción originaria y en su contextualización contemporánea es el exterminio, desaparición o supresión del «otro», del que es «distinto» al fascista. Esta es la raíz de las prácticas discriminatorias del fascismo, por ejemplo, durante el holocausto contra judíos, comunistas, gitanos, homosexuales y otros durante la Segunda Guerra Mundial.

Pero estas prácticas se han reproducido de muchas formas en otros contextos mediante la «eliminación», «desaparición» o «erradicación» de antagonistas políticos por parte de las extremas derechas, como en Argentina (Videla) o Chile (Pinochet), donde regímenes totalitarios aplicaron acciones para la aniquilación o supresión de a quienes consideraban «diferentes» por razones ideológicas, en este caso las ideologías de izquierda.

Las ideologías radicales de derecha han sabido mimetizarse en los distintos contextos políticos sin tener que usar símbolos o referencias abiertamente nazi-fascistas.

EXPRESIONES Y DERIVACIONES EN TIEMPO PRESENTE

Debido a los estragos generados por las Potencias del Eje durante la Segunda Guerra Mundial y luego de su derrota, ideologías como el nazismo y el fascismo estaban proscritas formalmente de la política internacional. La «corrección política» desde entonces había sido prohibir la promoción abierta de estas ideologías en todo el mundo, especialmente en los países del Norte Global. Pero esto no impidió que diversas formas o derivas de las ideologías de ultraderecha tomaran nuevas derivas e, incluso, retomaran viejos símbolos.

En Estados Unidos, organizaciones como el Ku Klux Klan participaron en actos aberrantemente racistas y genocidas amparados en la ideología de las élites políticas y económicas estadounidenses y sus prácticas segregacionistas contra la población negra hasta la segunda mitad del siglo XX.

El fascismo derivó en instancias pseudoideológicas —o no estructuradas ideológicamente— de grupos ultraconservadores como el movimiento Tea Party, en alusión a la «Revolución del té» que permitió la separación de las colonias americanas de la Corona británica. El Tea Party es una amalgama de grupos que ha reunido desde entonces a los principales factores de la ideología neocon (neoconservadora) estadounidense, que evoca los sentimientos nacionalistas, las críticas a la inmigración, el racismo, el clasismo y la ideología ultraliberal que implica el fin del Estado, entre otros.

Donald Trump, por su parte, es también un referente neocon, «libertario» (ultraliberal), que representa las ideologías más conservadoras en el Partido Republicano estadounidense, por lo cual su pensamiento y acción política se puede ubicar en el espectro del fascismo o las ideologías de extrema derecha.

En Ucrania, la conformación de su Estado desde 1991 dio inicio a un proceso histórico para conformar la ideología —artificial— de este país, que intentó borrar su procedencia de la era soviética. Desde el golpe del Maidán en 2014 emergieron ideologías de ultraderecha que han intentado resignificar la historia de nazis ucranianos como Stepan Bandera, quien fue un colaborador de los nazis durante la invasión alemana de la Unión Soviética. Ahora Bandera ha sido erigido como un «líder nacionalista» y «luchador por la conformación de Ucrania como nación».

El uso del símbolo se simplificó a la palabra fascio, que además de tener el significado de «hacha», también adquirió el sentido de «liga» y «asociación». Por lo tanto, los «fascios» pasaron a ser en la cultura política italiana personas comunes asociadas entre sí, con la facultad de representar y personificar el ejercicio del poder.

En 1921 Benito Mussolini fundó el Partido Nacional Fascista, y le dio forma a un movimiento político y social de carácter totalitario desarrollado en Italia en la primera mitad del siglo XX, caracterizado por reproducir el ideario de extrema derecha, el corporativismo, la exaltación nacionalista, el racismo y el clasismo.

Se denomina «fascista» al período de la historia de Italia durante el cual el país fue gobernado por el régimen sustentado en la ideología del fascismo y encabezado por el dictador Benito Mussolini.

Pero la periodicidad histórica del fascismo italiano tuvo congruencia con otras ideologías europeas, entre ellas el nazismo, originadas en Alemania y representadas en el totalitarismo de Adolf Hitler. El fascismo y el nazismo surgen tras la Primera Guerra Mundial.

En Italia aparecieron como reacción de ciertos grupos nacionalistas contra la revolución bolchevique de 1917 y las luchas sindicales de trabajadores y braceros que culminaron en el Bienio Rojo, tomando sentido como crítica a la sociedad liberal-demócrata, que salió maltrecha de la experiencia de la Primera Guerra Mundial.

En Alemania el nazismo surgió como resultado del castigo de las Potencias Aliadas contra Alemania por los estragos generados por las «Potencias Centrales» durante la Primera Guerra Mundial.

La crisis social generada en Alemania facilitó la creación de chivos expiatorios —el gentilicio judío y hebreo primeramente, seguidos de gitanos, homosexuales y comunistas—, la reproducción de sentimientos de superioridad de la «raza aria» y las aspiraciones por el dominio de Europa y del mundo, lo cual generó condiciones para la Segunda Guerra Mundial.

Es evidente que las altas coincidencias ideológicas entre el fascismo italiano, el nazismo alemán y el sintoísmo nacionalista conservador —ideología del Imperio del Japón— facilitaron la alineación de las llamadas Potencias del Eje durante la Segunda Guerra Mundial. Este grupo de ideologías guardaban rasgos comunes en el espectro filosófico de la extrema derecha.

En España, aunque es sabido que no participó directamente en la Segunda Guerra, el régimen del general Francisco Franco fue un aliado de los italianos y alemanes. Ahí sobrevino un régimen de fascismo nacional, al cual Franco le dio forma propia imponiendo su firma específica, que hoy denominamos como franquismo.

El término «fascismo» se consolidó en la cultura política europea para referirse al partido y seguidores de Mussolini, pero la noción se traslada a América Latina mediante la prensa escrita junto a muchos exiliados italianos de la izquierda de tiempos de Mussolini y de la posguerra.

Pero el término también viaja a América junto a los refugiados españoles de la Guerra Civil Española (1936-1939), y también con los refugiados italianos e ibéricos —incluidos portugueses— de los periodos de guerra y posguerra.

La castellanización del término «fascismo» que se popularizó en España terminó tomando lugar en América Latina mediante el cambio del término de «fascio» a «facho», por lo cual «fachismo» es también empleado para referir ideologías de extrema derecha.

Una de las conclusiones más importantes que nos deja la evolución histórica del fascismo es que, en sus denominaciones originarias, es una construcción ideológica europea; el fascismo y el espectro de idearios de la ultraderecha son una creación de Europa que lamentablemente se ha diseminado por todo el mundo.

FASCISMO E IDEOLOGÍAS DE EXTREMA DERECHA

La popularización de la palabra «fascismo» desde sus orígenes italianos ha traído consigo una importante deriva en el uso del vocablo. Tal como muchas expresiones, adquiere connotaciones nuevas con el paso del tiempo y cambios en la cultura.

De ahí que el término dejó de ser exclusivo de los partidarios de Mussolini para pasar a ser la forma como se denominan en tiempo presente ideologías, actores políticos y métodos enmarcados en el espectro de la extrema derecha.

Desde una perspectiva amplia y en tiempo actual, las ideologías de extrema derecha son identificadas como construcciones ultraconservadoras, opuestas o antagónicas al pensamiento de avanzada progresista o de izquierda.

Sus rasgos comunes siguen siendo —tal como en la Alemania nazi o en la Italia fascista— el corporativismo capitalista, el ultranacionalismo, el racismo, el chovinismo encubierto en los sentimientos nacionalistas, los sentimientos de superioridad de raza, el clasismo, la exaltación de idearios conservadores —como la religión—, el ejercicio de poder por vía de la represión, la destrucción del sentido democrático, la aniquilación de los derechos sociales, la persecución a las ideas socialdemócratas y comunistas —o aquellas que integran el espectro de la izquierda—, el imperialismo y el militarismo.

Uno de los rasgos distintivos del fascismo en su concepción originaria y en su contextualización contemporánea es el exterminio, desaparición o supresión del «otro», del que es «distinto» al fascista. Esta es la raíz de las prácticas discriminatorias del fascismo, por ejemplo, durante el holocausto contra judíos, comunistas, gitanos, homosexuales y otros durante la Segunda Guerra Mundial.

Pero estas prácticas se han reproducido de muchas formas en otros contextos mediante la «eliminación», «desaparición» o «erradicación» de antagonistas políticos por parte de las extremas derechas, como en Argentina (Videla) o Chile (Pinochet), donde regímenes totalitarios aplicaron acciones para la aniquilación o supresión de a quienes consideraban «diferentes» por razones ideológicas, en este caso las ideologías de izquierda.

Las ideologías radicales de derecha han sabido mimetizarse en los distintos contextos políticos sin tener que usar símbolos o referencias abiertamente nazi-fascistas.

EXPRESIONES Y DERIVACIONES EN TIEMPO PRESENTE

Debido a los estragos generados por las Potencias del Eje durante la Segunda Guerra Mundial y luego de su derrota, ideologías como el nazismo y el fascismo estaban proscritas formalmente de la política internacional. La «corrección política» desde entonces había sido prohibir la promoción abierta de estas ideologías en todo el mundo, especialmente en los países del Norte Global. Pero esto no impidió que diversas formas o derivas de las ideologías de ultraderecha tomaran nuevas derivas e, incluso, retomaran viejos símbolos.

En Estados Unidos, organizaciones como el Ku Klux Klan participaron en actos aberrantemente racistas y genocidas amparados en la ideología de las élites políticas y económicas estadounidenses y sus prácticas segregacionistas contra la población negra hasta la segunda mitad del siglo XX.

El fascismo derivó en instancias pseudoideológicas —o no estructuradas ideológicamente— de grupos ultraconservadores como el movimiento Tea Party, en alusión a la «Revolución del té» que permitió la separación de las colonias americanas de la Corona británica. El Tea Party es una amalgama de grupos que ha reunido desde entonces a los principales factores de la ideología neocon (neoconservadora) estadounidense, que evoca los sentimientos nacionalistas, las críticas a la inmigración, el racismo, el clasismo y la ideología ultraliberal que implica el fin del Estado, entre otros.

Donald Trump, por su parte, es también un referente neocon, «libertario» (ultraliberal), que representa las ideologías más conservadoras en el Partido Republicano estadounidense, por lo cual su pensamiento y acción política se puede ubicar en el espectro del fascismo o las ideologías de extrema derecha.

En Ucrania, la conformación de su Estado desde 1991 dio inicio a un proceso histórico para conformar la ideología —artificial— de este país, que intentó borrar su procedencia de la era soviética. Desde el golpe del Maidán en 2014 emergieron ideologías de ultraderecha que han intentado resignificar la historia de nazis ucranianos como Stepan Bandera, quien fue un colaborador de los nazis durante la invasión alemana de la Unión Soviética. Ahora Bandera ha sido erigido como un «líder nacionalista» y «luchador por la conformación de Ucrania como nación».

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