Robert Fico y la rebelión de las periferias – Antonio Torres

El pasado 15 de mayo, el primer ministro eslovaco, Robert Fico, del partido socialdemócrata SMER, resultó herido gravemente tras recibir varios disparos realizados por un hombre de 71 años, Juraj Cintula. Aunque los medios de comunicación del imperialismo occidental se apresuraron a asegurar que se trataba de un “lobo solitario” guiado por el odio y la excesiva crispación que desde la elección de Fico se ha instalado en la sociedad eslovaca, lo cierto -y obviado frecuentemente por estos medios- es que las motivaciones políticas del autor estaban claras dada la vinculación de Juraj Cintula con grupos opositores y de extrema derecha eslovacos. Esta situación de tensión y crispación social en Eslovaquia sólo puede beneficiar a quienes recelan y desconfían de un gobierno, como el de Robert Fico, crítico con la visión occidental sobre el conflicto en Ucrania, Rusia y la propia Unión Europea. Para añadir más leña al fuego, el primer ministro georgiano, Irakle Kobajidze, denunciaba recientemente que un representante de la Unión Europea le había dirigido unas palabras en tono amenazante, aludiendo al atentado contra Fico; “Ustedes han visto lo que le pasó a Fico y deben tener mucho cuidado”, fue lo que, según el primer ministro georgiano, le habría dicho un representante de la Unión Europea del que no se ha revelado su identidad. Como explicó Kobajidze en un comunicado: “Nos hemos acostumbrado a este tipo de chantaje insultante y esencialmente ha perdido su impacto tanto en la sociedad como en el gobierno1. Como se sabe, Georgia vive un momento político delicado, debido a la aprobación de una “ley sobre agentes extranjeros” que pretende regular algo tan elemental como la actuación de ONGs extranjeras en territorio georgiano, una ley con la que cuentan numerosos países occidentales, empezando por los propios Estados Unidos.

Se pensará, con razón, que la importancia de un país como Eslovaquia en el contexto europeo es menor, y así es, su PIB per cápita se situaba en 2022 en unos 25 mil euros, es decir, 10 mil euros menos que la media de la UE, representado solo el 0,7% del PIB total de los Estados miembros, además de ser uno de los Estados con mayor paro juvenil de la UE. Durante la República Socialista Checoslovaca, en Eslovaquia se desarrolló una potente industria automovilística, hoy esa industria no responde en absoluto a los intereses soberanos eslovacos, sino más bien a los alemanes. Como señalaba el economista de izquierdas griego Costas Lapavitsas: “El derrumbe del bloque oriental en su conjunto hizo que estallara una transformación aún más profunda que hoy está lejos de haber llegado a su fin. La apertura de Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia y Eslovenia, países con una mano de obra de cualificación relativamente alta y de bajo costo, presentó al capital manufacturero alemán una oportunidad sin precedentes (…) Desde principios de los años noventa, las empresas alemanas han construido cadenas de suministro manufactureras por toda Europa mediante la reubicación de su capacidad productiva no solo en los países del antiguo bloque oriental, sino también en países centrales, incluidos Países Bajos y Austria. Sin embargo, mediante el aprovechamiento de los bajos salarios, la mano de obra cualificada y las capacidades institucionales de los países del antiguo bloque oriental, los fabricantes alemanes han convertido a estos últimos en una periferia para el capital alemán, a la vez que han añadido una mayor presión salarial a la baja sobre los trabajadores del mercado laboral alemán”2. Es decir, podemos considerar a Eslovaquia como un país periférico, dependiente del gran capital imperialista alemán y de su poderosa industria; este proceso afectó a importantes países del Este europeo en su trágica transición del socialismo y las democracias populares al capitalismo. Aunque hoy ese proceso parece lejano y determinados países han conseguido estabilizar sus economías y lograr cifras aceptables de crecimiento, como es el caso de la propia Eslovaquia,o los casos de Hungría, Polonia o República Checa, lo cierto es que el rol periférico no solo continúa sino que es ya consustancial a lo que se ha venido denominando como construcción europea, con un centro claro en el llamado eje imperialista franco-alemán, especialmente Alemania.

El mapa europeo nos arroja una serie de áreas compuestas por Estados y naciones sin Estado que ejercen un rol periférico, dependiente y marginal, que si bien no ejercen el papel de las periferias africanas, asiáticas, o latinoamericanas, son fundamentales en la extracción de plusvalías y en la inversión de capitales con fáciles y lucrativos retornos para las zonas de economías imperialistas europeas. Así pues podemos distinguir la periferia céltica o noroccidental, con Irlanda a la cabeza; la periferia mediterránea, con Grecia, Portugal, Chipre o naciones sin Estado como Córcega, Cerdeña, Andalucía, Sicilia o el Sur de Italia, entre otros territorios; la periferia balcánica y por último la periferia centro-oriental, como es el caso de Eslovaquia. Al respecto, ni Italia ni España como Estados imperialistas pueden ser considerados periferias, aunque territorios de esos Estados cumplan ese papel. Por último quedaría el rol desempeñado por los territorios ultraperifericos como Canarias, las islas caribeñas francesas, o Nueva Caledonia.

Otra cuestión es que los imperialismos alemán y francés, a su vez, se sitúen en un lugar subalterno al bloque anglosajón, hegemonizado por los Estados Unidos.

La cuestión es que principalmente en la periferia centro-oriental europea, concretamente en antiguos países socialistas de democracia popular han surgido diferentes gobiernos que han venido cuestionando de diferentes y contradictorias maneras su rol periférico en la Europa comunitaria. Los casos más sonados son los de Polonia y Hungría, al que se ha unido Eslovaquia. Generalmente, esos países se han destacado por un giro nacionalista conservador que han vehiculado ciertas políticas de recuperación de la soberanía nacional frente a las instituciones europeas. Curiosamente, esos nacionalismos conservadores fueron en su momento alentados por Occidente cuando les era funcional en su lucha contra los Estados socialistas o cuando han demostrado un claro carácter anti ruso, sin embargo, hoy, cuando esos nacionalismos recogen las frustraciones populares y el anhelo de soberanía, son rechazados; o en un giro aún más hipócrita por parte de las instituciones europeas, cuando Polonia rechazó las cuotas de refugiados durante la crisis de de 2015, fue acusada de insolidaria, sin embargo, cuando esa misma Polonia deportó e incluso asesinó impunemente en la frontera -según acusaciones de fuentes bielorrusas- a inmigrantes que procedían de la vecina Bielorrusia, fue apoyada sin fisuras ante el “chantaje” de un Estado como el bielorruso, asociado al “eje del mal”. Las varas de medir de las instituciones europeas van en función de los intereses de esa coalición de grandes capitales que es la llamada Unión Europea. No pasa nada si los dirigentes polacos demuestran un racismo anti ruso visceral o sueñen con “recuperar” territorios en el Oeste ucraniano, lo que no se les puede perdonar de ninguna de las maneras es que no se subordinen políticamente a las instituciones europeas.

Robert Fico osó cuestionar la posición europea respecto al conflicto en Ucrania. Fico se atrevió a decir lo obvio: que esa guerra tiene su origen en el golpe de Estado de 2014 -un golpe apoyado por la UE y los Estados Unidos en el que se instrumentalizó a nazis y ultra nacionalistas ucranianos anti rusos de todo pelaje-, que esta guerra es un sinsentido en la que se ha buscado la provocación a Rusia poniendo en riesgo su seguridad y que, por tanto, ha de terminar, porque de no hacerlo, nos podemos ver envueltos en un conflicto de mayor magnitud, la Tercera Guerra Mundial. Es decir, Fico ha subvertido todos los elementos que componen el relato único, excluyente y agresivo de la OTAN contra Rusia en Ucrania, todo ello le ha valido ser calificado de “pro ruso”, “amigo de Putin”, “líder populista”, etc.

La cuestión es que Fico no no es más que un síntoma de esa rebelión de las periferias contra los centros de mando imperialistas. Ese cuestionamiento es mundial, desde el Sahel, donde Mali, Níger y Burkina planean un gran confederación del Sahel para defender sus intereses y sus soberanías, frente a las pretensiones de un imperialismo neocolonial francés en retirada, y de un imperialismo británico y norteamericano -el núcleo del eje anglosajón- que ha fracasado en su intención de sustituir al poder neocolonial francés. Pero sobreto, son Rusia y especialmente China quienes han venido a poner en evidencia la decadencia política, económica, social y cultural de los diferentes poderes imperialistas occidentales hegemonizados por los Estados Unidos. De ahí la agresividad extrema del imperialismo, tan extrema como la que estamos viendo en Palestina, donde la entidad colonial sionista de Israel está demostrando una crueldad que incluso está siendo puesta en duda por los poderes imperialistas que la sostienen. Que todo el poderío militar norteamericano, con su poderosa armada esté siendo humillada por la valiente determinación del ejército y la guerrilla anti imperialista del Yemen, uno de los países más pobres del mundo, ha dejado de ser una mera anécdota, como aquel Black Hawk derribado de la Somalia de los 90, sino un claro signo de que los tiempos están cambiando.

Sin embargo, para que los tiempos cambien más y mejor para los oprimidos de la Tierra, para los explotados, para los que no tienen nada que perder excepto las cadenas, hace falta la organización y la lucha que ponga todos estos cambios que estamos viviendo al servicio de la Humanidad trabajadora. La soberanía y la lucha por la liberación nacional contra la hegemonía y la dominación imperialista unipolar han de vehicular la aspiración a una Humanidad libre de miseria, opresión y explotación. El proletariado esté donde esté, sea de donde sea, ha de ser más consciente que nunca de su rol definitivo y decisorio en este momento crucial.

La periferia mediterránea de la que Andalucía forma parte, debería de asumir su importante rol en esta rebelión de las periferias contra los centros imperialistas; si bien en la década pasada, la lucha del pueblo trabajador griego, o incluso el movimiento desatado aquí en Andalucía por el Sindicato Andaluz de Trabajadores, SAT, fue capaz de poner encima de las mesa dinámicas de resistencia y organización obrera y popular con relativa capacidad de hacer frente a la tarea de crear poderes soberanos que expresaran la voluntad de redefinir los términos y trazar un rumbo democrático y popular fuera de los corsés de la Unión Europea, la OTAN y el euro, hoy, la realidad es distinta, la izquierda sistémica y pro imperialista ha sabido desarticular en diferentes casos todas esas expresiones de organización y resistencia obrera y popular; esas izquierdas han pasado de cuestionar la construcción europea y el euro a defender férreamente las instituciones europeas imperialistas como “freno frente al avance de la ultraderecha y el fascismo”. La tarea de recuperar el discurso de ruptura con la Europa imperialista, la OTAN y el marco discursivo del imperialismo hegemónico norteamericano, por muchos ropajes “progresistas” que utilice, sigue estando pendiente en la construcción de una Andalucía libre y soberana.

Lo sucedido con Fico es un claro ejemplo de que todo gesto soberano, por poco o simbólico que sea, va a ser condenado y castigado, creer que la actual Unión Europea es reformable y puede democratizarse solo alimenta falsas esperanzas que acaban en una frustración que sólo puede beneficiar a los nacionalismos reaccionarios y al fascismo.

1 En El primer ministro de Georgia acusa a un comisario europeo de intimidarle con el intento de asesinato de Fico, https://www.europapress.es/internacional/noticia-primer-ministro-georgia-acusa-comisario-europeo-intimidarle-intento-asesinato-fico-20240523154837.html

2 Una estrategia socialista para Europa, publicado en la revista teórica Linea Roja, n. 6, de Iniciativa Comunista.

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